31 de Diciembre del 2013 | Rectorado
Final de ciclo lectivo. Evaluar o agradecer y ofrecer
El Presidente del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), presbítero licenciado Alberto Bustamante, escribió una editorial con motivo de llegar el final del ciclo lectivo 2013. El título de la misma es “Final de ciclo lectivo. Evaluar o agradecer y ofrecer”, debajo la transcripción completa del mensaje.
“…hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto”. (Rom 12, 1-2)
Finalizando los ciclos lectivos suele, naturalmente, surgir la iniciativa de realizar balance de lo transitado. Siempre fui renuente a realizar ese balance a fin de año, considerando que el cansancio del largo caminar hacía destacar de manera desproporcionada lo negativo. Más bien sugería que hiciéramos la necesaria evaluación a comienzos del año siguiente, en donde más serenos y descansados, entendía que tendríamos más objetividad y que al final del ciclo lectivo nos concentráramos, más bien, en dos actitudes propias de la vida peregrina del cristiano y, en este caso, del cristiano educador, que debían ser un bálsamo de consuelo, aliento y gozo para los cansado del camino: Agradecer y ofrecer.
Agradecer. Es abrir la puerta de la fe, salir de uno mismo para mirar alrededor y reconocer el paso de Dios en las más diversas vivencias y circunstancias experimentadas a lo largo del año. Desde ese reconocimiento, agradecer es purificar la mirada tentada de quedar clausurada en lo que me afectó, en lo que me dolió, en las tensiones sufridas y mirar los brotes de vida nueva que siempre están en el camino de los que siembran. Agradecer es no claudicar ante la sugestión del “esto no tiene arreglo”, del “estamos peor que antes”, “del no tiene sentido continuar sirviendo”. Agradecer es aprender a ver que toda “desgracia” contiene “Gracias impensadas”. Agradecer es romper la pretensión de ser dueños del tiempo y de los frutos sabiendo respetar humildemente “los tiempos de Dios y de los hombres”. Todo hecho educativo es un misterio de Gracias y Libertad y en esa relación se fundan las posibilidades de ser, que siempre superaran las expectativas de querer ver ya, para en ese ya encontrar las razones del continuar. Agradecer es quebrar la mentalidad del exitismo por el de la paciente espera de los frutos que verán otros. Agradecer es reconocer que no somos dueños de la vida sino que nos fue dada como don a ser valorada, cuidada y acrecentada.
Agradecer es saber salir de uno mismo para mirar al otro como don y reconocer lo bueno que hay en cada persona con las que hemos caminado juntos. Es reconocer que lo que somos se lo debemos a otros. Agradecer es vivir con entusiasmo, “la palabra entusiasmo (ενθουσιασμός) que tiene su raíz en el griego “en-theos”, es decir: “que lleva un dios adentro.” Este término indica que, cuando nos dejamos llevar por el entusiasmo, una inspiración divina entra en nosotros y se sirve de nuestra persona para manifestarse. El entusiasmo es la experiencia de un “Dios activo dentro de mí” para ser guiado por su fuerza y sabiduría. Implica también la exaltación del ánimo por algo que causa interés, alegría y admiración, provocado por una fuerte motivación interior. Se expresa como apasionamiento, fervor, audacia y empeño. Se opone al desaliento, al desinterés, a la apatía, a la frialdad y a la desilusión. Por eso ¡cuánta falta nos hace culminar un año agradeciendo”. (Cardenal Jorge Mario Bergoglio)
Hacer de la propia vida una ofrenda, un deber, una oblación es lo que la realiza. El que la cuida para sí, el que no la entrega, la pierde. ¡Cuánta necesidad de descubrir el gozo de la entrega en un contexto social de búsqueda desenfrenada de uno mismo! Búsqueda que termina ahogando a la persona en el Yo que se elige a sí mismo creyendo que sin los otros puede realizarse.
Ofrecer es hacerse prójimo, es ser para los demás, es sembrar humanidad en los corazones.
¡Cuánto necesitan nuestros muchachos y chicas experimentar que hemos sido para ellos!
¡Cuánta hermosura hay en el servicio desinteresado por la comunidad, por la Patria! Hay belleza en la ofrenda de la vida por amor. Esa ofrenda es la garantía de frutos.
“Si para recobrar lo recobrado
debí perder primero lo perdido,
si para conseguir lo conseguido
tuve que soportar lo soportado,
si para estar ahora enamorado
fue menester haber estado herido,
tengo por bien sufrido lo sufrido,
tengo por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado
que no se goza bien de lo gozado
sino después de haberlo padecido.
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.”
(Francisco Luis Bernárdez)
Que la culminación de nuestro caminar educativo nos encuentre con el gozo de lo padecido y sepultado en la ofrenda diaria de nuestras vidas.
Presbítero Lic. Alberto Agustín Bustamante, Presidente de Consudec