03 de Abril del 2017 | Rectorado
El Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya celebra su 57º aniversario
El Instituto Superior Antonio Ruiz de Montoya fue fundado por Monseñor Jorge Kemerer, primer Obispo la Diócesis de Posadas, un 4 de abril de 1960. En sus inicios funcionó en las instalaciones del Colegio Roque González y del Instituto Santa María con los Profesorados de Historia, Geografía, Filosofía y Pedagogía, y Castellano, Literatura y Latín.
Este año estamos celebrando 57 años con una Oferta Académica que comprende 14 Profesorados y 5 Carreras Técnicas.
“El nombre del Instituto ‘Antonio Ruiz de Montoya’ fue una iniciativa de su fundador, Monseñor Jorge Kemerer, quien es un gran conocedor de la historia de las reducciones jesuíticas de guaraníes, admirador de esa obra y profundamente identificado con ella. (…)” (María Angélica Amable, Karina M. Dohmann y Liliana Mirta Rojas, “Con la Marca de la Historia. Aportes a la construcción de la identidad Montoya”, Ediciones Montoya, pág. 6.)
Antonio Ruiz de Montoya
“Antonio Ruiz de Montoya era un criollo, nacido en Lima el 13 de junio de 1585. Ingresó a la Compañía de Jesús y fue ordenado sacerdote en 1611 en la ciudad de Santiago del Estero.
Su tarea misional la inició en el Guayrá, donde los Padres José Cataldino y Simón Masetta habían fundado en 1610 las reducciones de Loreto y San Ignacio Miní. Realizaban su apostolado en medio de grandes privaciones y Ruiz de Montoya se sintió dichoso de poder compartir con ellos esa vida austera, expuesta a permanentes peligros.
Durante ocho años Ruiz de Montoya trabajó con sus compañeros incansablemente, incorporando nuevos pobladores a las reducciones de Loreto y San Ignacio, y organizando estos pueblos. Además, por estos años compuso un arte, un vocabulario, un diccionario y un catecismo en lengua guaraní.
Al final de este primer período misional, el 2 de febrero de 1620, hizo su profesión de 3 votos en la reducción de Loreto.
En 1622 fue designado Superior de la Misión del Guayrá sucediendo al Padre José Cataldino. Se inició entonces una nueva etapa de expansión misionera, pero signada por la agresión externa.
Desde 1629 recrudecieron en el Guayrá los ataques bandeirantes iniciados años atrás. Hacia 1631 llegaron a causar la ruina total de los pueblos que Ruiz de Montoya y sus compañeros habían fundado; muchos de sus pobladores fueron llevados como esclavos al Brasil. Entonces, el Padre Antonio, como Superior del Guayrá, con el consentimiento de los demás misioneros y la aprobación del superior Provincial, tomó una muy difícil decisión; emigrar al sur con todos los que se habían salvado del asalto paulista. Los habitantes de Loreto y San Ignacio Miní, con los grupos llegados de los pueblos destruidos –aproximadamente 12.000- iniciaron el penoso ‘Éxodo Guayreño’. Tuvieron que soportar numerosos obstáculos, naturales, como así también la resistencia de los encomenderos de Ciudad Real que pretendían mantenerlos al servicio personal. Luego de muchas penurias, a comienzos de 1632, llegaron al arroyo Yabebirí, donde se establecieron los dos pueblos: Nuestra Señora de Loreto y San Ignacio Miní.
Fueron estos tiempos de duras pruebas para el Padre Montoya, pues vio sufrir y perecer a muchos de sus hijos espirituales y además tuvo que soportar la censura de otros misioneros que lo responsabilizaban de las calamidades consiguientes a la emigración. Él se mantuvo firme y en 1636 fue reivindicado y designado Superior de las Misiones de Guaraníes ante la inminencia de un ataque bandeirante al Tape y al Itatín.
En 1637 Ruiz de Montoya fue enviado a España junto con los procuradores de la Provincia Jesuítica del Paraguay para defender los derechos de los indígenas de las reducciones. Se manifestó entonces como un gran diplomático y político. Allí publicó sus obras de lingüística y su famosa ‘Conquista Espiritual’.
No pudo cumplir su deseo de regresar a Loreto, pues desde España fue enviado a Lima donde falleció el 11 de abril de 1652. Pero él había manifestado: ‘No permitan que mis huesos queden entre españoles, aunque muera entre ellos; procuren que vayan donde están los indios mis queridos hijos, que allí donde trabajaron y se molieron han de descansar’. [Según la cita de Francisco Jarque en Ruiz de Montoya en Indias, publicado en el año 1900 en Madrid por el editor Victoriano, en el tomo 4 página 246, de la Colección libros raros y curiosos que tratan de América t. XIX.] Su deseo se cumplió, ‘sus hijos’, los guaraníes, buscaron sus restos en Lima y los trajeron para sepultarlos en su pueblo: Loreto”. (María Angélica Amable, Karina M. Dohmann y Liliana Mirta Rojas, “Con la Marca de la Historia. Aportes a la construcción de la identidad Montoya”, Ediciones Montoya, pág. 6 y 7.)