08 de Mayo del 2021 | Artículos Especiales
Jesús vio la ternura de Dios en José
San José pasó todas las pruebas que un esposo podría pasar: la duda frente a su propia esposa, la experiencia de la intemperie mientras buscaba un lugar para que María diera a luz, el cuidado de un niño que no era de su sangre, la huida a nuevas tierras en busca de refugio ante la amenaza latente etc. Su virtud y fortaleza son grandiosas y es prueba viva de lo que un hombre que entrega su vida a Dios puede hacer por medio de su gracia.
En la Carta apostólica Patriscorde[1], el Papa describe a San José de una manera tierna y conmovedora: un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra.
San José, "el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta" y, sin embargo, con "un protagonismo sin igual en la historia de la salvación". El hombre obediente que supo acompañar en silencio, convirtió su vida y su vocación en un servicio al misterio de la redención.
Al final de cada relato bíblico en el que José es el protagonista, el Evangelio señala que él se levantó, tomó al Niño y a su madre e hizo lo que Dios le había mandado (Mt 1,24; 2,14.21). Es decir que, en cada circunstancia de su vida, José supo pronunciar su “fiat”, como María en la Anunciación y Jesús en Getsemaní. Fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro, al contrario, supo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida mostrándonos la clave del Evangelio:llevar una vida cristo céntrica. Este es el camino para fortalecer nuestra vocación y ser protagonistas de la historia a través de nuestra noble tarea cotidiana.
Especialmente, en el mes de marzo en que celebramos como Santo Patrono, fijemos nuestra atención en este hombre, que no se resignó pasivamente, sino que ha sido un protagonista valiente, fuerte, de mirada serena, de tierna acogida, que supo abrigar en su corazón a nuestros tesoros más valiosos: Jesús y María. Jesús vio la ternura de Dios en sus ojos, en sus manos, en sus palabras, en su corazón, en su compañía, en su humilde morada, en su trabajo silencioso. Jesús creció entre sus brazos en“sabiduría, enestatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc 2,52).
Meditemos, con fe y esperanza las palabras del Papa Francisco que nos invita a aprender de José “el mismo cuidado y responsabilidad: amar al Niño y a su madre; amar los sacramentos y la caridad; amar a la Iglesia y a los pobres. En cada una de estas realidades está siempre el Niño y su madre”.
“El Hijo del Todopoderoso viene al mundo asumiendo una condición de gran debilidad. Necesita de José para ser defendido, protegido, cuidado, criado. Dios confía en este hombre, del mismo modo que lo hace María, que encuentra en José no sólo al que quiere salvar su vida, sino al que siempre velará por ella y por el Niño. En este sentido, San José no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia, porque la Iglesia es la extensión del Cuerpo de Cristo en la historia.” (Patriscorde)
Lic. Natalia Soledad Kuperman
Profesora del I.S.A.R.M.
[1]En Patriscorde, el Papa recuerda el 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal y, con motivo de esta ocasión, a partir del 8 de diciembre hasta el 8 de diciembre de 2021 se celebrará un año dedicado especialmente a él.