19 de Febrero del 2015 | Centro de Pastoral Institucional

Convertirnos al Amor

Como todos los años, el Obispo de la Diócesis de Posadas, Monseñor Juan Rubén Martínez, presenta su Carta Pastoral de Cuaresma, que este año tiene como tema la Dimensión Social de la Fe. Bajo el título “Convertirnos al Amor”, el Obispo Juan invita a todo el Pueblo de Dios a “integrar más algunos aspectos de la vida moral a nuestro examen de conciencia y confesión de la cuaresma.”

Compartimos debajo la Carta completa.

 

Carta pastoral de Cuaresma 2015

CONVERTIRNOS AL AMOR

“De qué le sirve a uno, decir que tiene Fe, si no tiene obras” (St. 2,14)

 

Queridos hermanos y hermanas

Con la cuaresma nos introducimos en un tiempo de gracia para prepararnos  a celebrar  “la Pascua”, el misterio central de los cristianos. Durante estas semanas la liturgia nos ayudará a revisar nuestra condición de hijos e hijas de Dios, a renovar la fe, la esperanza y la caridad en el camino discipular y misionero al que estamos llamados todos los bautizados.

La liturgia es la fuente de espiritualidad principal que nos lleva a poner en práctica lo que creemos en la cotidianidad, con nuestro estilo de vida, criterios y opiniones. La gracia obra en la liturgia y la hace eficaz, si nosotros la hacemos espiritualidad y vida. La liturgia que en cambio es solo un ritual cumplido y que no replica en nuestras vidas, puede transformarse en un mero ritual  pagano contradictorio con nuestra vocación bautismal.

En esta carta cuaresmal quiero subrayar la necesidad de integrar más algunos aspectos de la vida moral a nuestro examen de conciencia y confesión de la cuaresma.  Muchas veces los sacerdotes al escuchar confesiones o recibir consultas de los fieles, en general nos encontramos con una gran cantidad de preocupaciones y arrepentimientos, dolores y heridas en el ámbito de la problemática de las relaciones humanas, que hacen referencia a lo afectivo, la sexualidad y problemáticas familiares, que por supuesto siempre son muy importantes en el corazón humano.

Esta reflexión cuaresmal nace de la preocupación pastoral por la frecuente ausencia de los pecados, interrogantes o inquietudes que planteamos en relación a la moral social, la caridad, temas ligados a la justicia, corrupción o faltas u omisiones en relación al bien común, la vida pública y ciudadana. Lamentablemente en una sociedad donde hay una gran mayoría de población que se manifiestan católicos cristianos, incluidos una gran cantidad de dirigentes con responsabilidades públicas y sociales, el flagelo de la corrupción estructurada crece en multiplicidad de niveles muchas veces de base, en organizaciones simples, o bien, en grandes estructuras y ámbitos claves de nuestras organizaciones nacionales, provinciales y locales.

Es importante advertir sobre la necesidad de un examen de conciencia cuaresmal para revisar nuestro seguimiento discipular y misionero a Cristo, el Señor, considerando que deberemos realizarlo  no para castigarnos o ensimismarnos en enredos complicados, sino que deberemos hacerlo desde “el Amor de Dios”, y desde su misericordia, que implica en nosotros volver a la casa del Padre, arrepentidos de lo que está mal, y con la certeza que nuestro Padre Dios, nos espera con un abrazo, un beso y una Fiesta.

 

1. LA DIMENSIÓN SOCIAL DE LA FE

Considero importante que recordemos aunque brevemente algunos fundamentos que son constitutivos de los contenidos de la dimensión social de nuestra Fe.  El mismo Señor se identifica con nuestros hermanos más pobres señalándolos como un lugar clave para que nos encontremos con Él y practiquemos sus enseñanzas: “Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan benditos de mi Padre y reciban en herencia el reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a ver’. Los justos dirán: ‘Señor ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento, y te dimos de beber?’….y el Rey les responderá: ‘les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’”…(Mt 25,34-40). También el Apóstol Santiago en su carta es contundente al referirse a la fe, la caridad y los pobres: “¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso esa fe puede salvarlo? ¿De qué sirve si uno de ustedes, al ver a un hermano o hermana desnudo o sin el alimento necesario, les dice: ‘vayan en paz, caliéntense y coman’ y no les da lo que necesitan para su cuerpo? Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras está completamente muerta.” (Sant. 2,14-17). Tanto en los textos del Antiguo Testamento como en el Nuevo se nos plantea la necesidad de una caridad practicada. Los Padres de la Iglesia desde los primeros siglos han señalado con radicalidad esta dimensión social de la fe. En el siglo IV San Gregorio de Niza realiza una catequesis sobre “el verdadero ayuno”, que nos puede ayudar a realizar nuestro examen de conciencia en este tiempo cuaresmal: “Existe un ayuno incorpóreo y una abstinencia inmaterial, que se refiere al alma, que es precisamente el abstenerse de hacer el mal, y por causa de este ayuno se nos ha prescripto que nos abstengamos de tomar alimentos. ¡Ayunen la maldad! ¡Repriman la codicia de bienes ajenos!, ¡absténganse de obtener ganancias injustas!, ¡maten de hambre la avaricia del dinero!, ¡no escondan en sus casas nada que haya sido obtenido por la fuerza y la rapiña! ¿De qué te aprovecha no acerques la carne a tu boca, si estas mordiendo a tu hermano con la maledicencia? ¿Qué utilidad obtienes si no comes de lo tuyo mientras estas arrebatando injustamente lo que es del pobre? ¿Qué piedad es esta, que mientras bebes solamente agua, planeas fraudes, y por la maldad estas sediento de sangre?... ¿qué utilidad tiene el ayuno del cuerpo si no limpias el alma?... carecerá de todo provecho este ayuno  si no se adhiere fuertemente a la Justicia y se hace acompañar por ella.”

Al realizar nuestro examen de conciencia cuaresmal y revisar la dimensión de la caridad y la limosna podemos tomar un texto para meditar del Papa San Gregorio Magno en sus “Homilías sobre el Evangelio”(Libro II, homilía 20,3-4.10) de fines del siglo VI: “A los que no ambicionan las riquezas ajenas, pero con todo no distribuyen generosamente lo suyo, se les debe aconsejar que con mucha diligencia consideren que la tierra de la que ellos se proveen es común a todos los hombres, y da frutos para todos. Los que quieren exclusivamente para si lo que Dios le ha dado para todos deben ser considerados culpables”.

Todos estos textos bíblicos y patrísticos, nos deben ayudar como ciudadanos de este siglo XXI a que practiquemos con nuestro estilo de vida lo que confesamos con nuestra fe.

 

2. APORTES PARA EL CAMINO CUARESMAL

Necesariamente en el tiempo cuaresmal y nuestra preparación para celebrar la Pascua, deberemos realizar una revisión de nuestra condición de cristianos. Para esto siempre será importante realizar un buen examen de conciencia y confesión que nos permitirá  reconciliarnos con Dios, que siempre nos espera con un abrazo Paterno. En esta carta quiero subrayar la importancia que tienen algunos aspectos que implican la dimensión social y ciudadana de nuestra fe, sobre todo temas ligados a la moral social, la caridad y la justicia.

En este camino discipular tendremos que preguntarnos sobre la vinculación necesaria entre lo que celebramos en la liturgia y nuestra vida cotidiana, sobre todo el laicado que es la mayoría del pueblo de Dios. Siendo que los laicos por su vocación tienen la responsabilidad de transformar  las realidades temporales, con su estilo de vida, opciones, criterios que siempre serán un aporte desde la fe para humanizar y generar valores en sus ambientes.

Es cierto que hay que valorar que en nuestro tiempo se subrayan “derechos” que son fundamentales de toda persona, y que lamentablemente muchos de ellos siguen siendo violentados. Pero también es cierto que no se subrayan suficientemente los “deberes” y responsabilidades sociales que tenemos por nuestra condición humana y ciudadana. En el cumplimiento de los “deberes” aún tienen mayor responsabilidad aquellos que cumplen roles dirigenciales en la sociedad. Lamentablemente esos pecados cometidos contra las responsabilidades sociales aparecen muy pocos en las confesiones, y por lo tanto se puede observar que están “el furgón de la cola” en los exámenes de conciencia, o peor aún,  algunos ni siquiera consideran pecado aquello que daña a nuestros hermanos y que es fruto de la avaricia, la comisión u omisión de actos de injusticia o intolerancia. Lamentablemente las consecuencias de estos pecados sociales van generando estructuras de corrupción sumamente graves en todos los niveles causando esto una seria degradación moral, que se va estructurando y que en varias oportunidades, desde los distintos documentos eclesiales,  hemos señalado esto como parte de la  “crisis de la civilización” en este inicio del siglo XXI.

Todos sabemos sobre este deterioro moral, con  el cual lamentablemente convivimos y muchas veces toleramos con indiferencia o somos protagonistas activos del mal… Sólo quiero señalar algunas situaciones que nos van dejando perplejos. Una de ellas es el flagelo de la droga que crece y se estructura con  muchos silencios cómplices, y que va dañando a muchísimos niños, adolescentes, jóvenes y algunos no tan jóvenes. Es de observar  que el negocio mortal de la droga crece en parte porque hay silencios graves en los poderes del Estado que tienen la principal responsabilidad en combatirlos. Esa tolerancia con formas de corrupción se dan es situaciones mucho más pequeñas en nuestros ambientes,  trabajos, negocios,  coimas, malversación de fondos, enriquecimiento ilícito, violación de las normas de tránsito…, no cuidar una plaza…,  tirar plásticos en la calle…,  todo esto y tanto más daña el bien común. Nuestras opciones concretas nos pueden colocar en situación de culpabilidad, o bien,  en profetas, que por el testimonio dado nos permitan ser generadores de valores y esperanza.

 

3. PODEMOS CAMBIAR Y TENER ESPERANZA POR EL AMOR.

En el camino de la vida espiritual es fundamental desde nuestra oración y la certeza del amor de Dios, discernir aquello que está bien y que está mal en un buen examen de conciencia. Seguramente uno de los mayores logros del demonio es confundir nuestro juicio y hacernos creer que lo que está mal, no lo es tanto. Habitualmente tratamos de justificarnos y adaptar el Camino que nos propone el Señor a nuestro obrar,  aún cuando aquello que hagamos sea contrario al discipulado cristiano.

En estas reflexiones cuaresmales tratamos de integrar más algunos aspectos de la dimensión social de la fe a nuestro examen de conciencia. Quizá la pregunta que nos podemos hacer en un contexto donde hay tantas situaciones de corrupción instaladas como si esto fuera lo normal, es si es posible cambiar. ¿Podemos cambiar estos pecados sociales que “dañan” nuestra relación con los hermanos, sobre todo los más pobres y frágiles, así como al bien común?

Es bueno responder lo que creemos como cristianos a esta pregunta porque hace al contenido de nuestra fe. Obvio, la respuesta es sí podemos, podemos cambiar, porque tenemos la certeza de la esperanza en que la vida triunfa sobre la muerte. Es aquello que implica este tiempo de preparación hacia la pascua. Jesucristo, el Señor, el que se encarnó y se hizo uno de nosotros y se reveló, sufrió, murió y nos amó hasta el fin para redimirnos. El que murió, resucitó. El amor es dar la vida y es la clave para tener la certeza que el “Amor Pascual” es el que nos permite decir que todos podemos cambiar, potenciar lo bueno y vencer el mal que está en nosotros, y el mal que se va estructurando en nuestra sociedad. Es cierto que para esto es necesario apostar a la verdad y no auto engañarnos; discernir que está bien y que está mal, realizar acciones concretas que sean fruto de nuestra decisión. Esto siempre implicará una apuesta a abrirnos al amor de Dios, y al amor de nuestros hermanos.

En nuestra Diócesis, en este tiempo cuaresmal, desde hace muchos años realizamos un gesto concreto que es la colecta del 1%. Desde ya que no es una cuestión tanto económica, sino  un gesto que tiene que nacer de la búsqueda de la conversión a Dios y a los hermanos. Como indicador proponemos el 1% del total de nuestros ingresos, como gesto de la comunión de bienes y de nuestro ayuno, como nos decía el Papa San Gregorio tan duramente: “Maten el hambre de la avaricia del dinero”. Con esta colecta que realizaremos como Pueblo de Dios, en nuestra Diócesis, tratamos de ayudar en el tema de la vivienda a muchos hermanos que están en la marginalidad y la exclusión.

La certeza de la esperanza Pascual, nos lleva a que desde la fe, creamos en que amar bien es posible. Nuestro tiempo necesita de varones y mujeres que amen pascualmente, para desterrar la injusticia, la violencia y el odio.

 

CONCLUSIÓN

Prepararnos para celebrar  la Pascua requiere que renovemos con alegría la certeza de que es posible vivir mejor. Tener la esperanza Pascual de un mundo, una Argentina, una Misiones en donde la dignidad humana sea realmente respetada, y la persona pueda ser sujeto de derechos y deberes para generar una cultura con valores.

En este contexto es  necesario que los cristianos seamos conscientes que este tiempo cuaresmal es una nueva oportunidad que Dios nos regala a los Obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y sobre todo al laicado, que es la mayoría del Pueblo de Dios, a internalizar la Pascua que celebramos y ser puentes de ese “Amor” para la humanidad.

Como  Padre y Pastor de esta Iglesia de Posadas, les envío un abrazo fraterno y bendición, en Cristo, el Señor.

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