23 de Mayo del 2019 | Artículos Especiales

Pascua y reflexión

La celebración de la Pascua se encuentra en el centro y en el corazón de la experiencia bíblica, ya que está relacionada con el acontecimiento fundador del pueblo de Dios: el éxodo y la alianza.El término "pascua" proviene de la transcripción griega y latina, pasja; de una palabra de origen hebreo y arameo, que remite a su vez al verbo pasah, que significa  “saltear”, “pasar por encima”, ya que el ángel de la muerte enviado por Dios “salteó las casas de los hijos de Israel” (Ex 12, 27) preservando a los primogénitos hebreos. De aquí procede el significado del sustantivo: "fiesta" (danza) y "paso". Es en el Nuevo Testamento, el paso de la muerte a la vida. Así lo anuncia el keryma primitivo "donde había muerte ahora hay vida", de la misma manera lo expresa el núcleo central del misterio y dogma cristiano, el keryma pascual "Cristo murió y resucitó para dar vida al hombre".

La experiencia bautismal prefigura y prepara la llegada de la pascua final y escatológica, sin embargo no es el final de la esperanza cristiana, en algunos pasajes del Apocalipsis esta pascua  señala precisamente el punto de llegada de la historia de la salvación que concierne al mundo entero.En el culto cristiano como "memorial" se prolonga el acontecimiento salvífico de toda la historia bíblica, que culmina en Jesús, muerto y resucitado.

Durante la espera y recuerdo de este gran acontecimiento, se transita un camino llamado cuaresma. En estos cuarenta días de preparación traigo a reflexión dos términos que considero de gran importancia analizarlos; ellos son la ascesis y la metanoia.

Ya utilizados entre los primeros cristianos de las comunidades primitivas, la ascesis es definida como el ejercicio, entrenamiento espiritual o el esfuerzo humano, que responde a la gracia de Dios y nos dispone en penitencia, oración e introspección. Pretende lograr el  reconocernos como seres espirituales y configurarnos con Cristo, lograr una día a día acorde a su voluntad.

La metanoia o conversión nos  invita a realizar un cambio de mente o mentalidad, es una profunda y radical conversión de la inteligencia y del corazón. Lleva a ver las cosas con ojos nuevos, a valorar la realidad de manera distinta de antes de la conversión.

El hombre "creado a imagen de Dios", en la raíz de su misma esencia participa en el misterio divino y su anhelo incesante de trascendencia, lo dispone de cara a Dios. Dotado de la capacidad de poder ver más allá, donde la muerte adquiere otro sentido, donde la vida adquiere otro sentido. Puede convertir la indiferencia en palabras, el dolor en salud, el sufrimiento en empatía, la tristeza en alegría, la opresión en liberación. Mediante el arduo, pero no imposible camino de la ascesis y de la metanoia, con la ayuda de la gracia de Dios. Y que el grito de abandono y desolación de Cristo en la cruz, que se traslada en nuestras cruces diarias, se conviertan junto con Él, en compañía de eterno amor. Morir con Cristo para vivir con el la vida eterna. Cito a continuación un párrafo de Alberto Espezel de su libro "Cristología. Vida, Pascua y salvación" en donde profundiza este gran misterio de la Pascua Cristiana y nos invita a la conversión del corazón.

"Por el hecho de que está Jesús, el vivir y el morir no sólo reciben un nuevo significado, que hace que se reconcilien entre sí..., Él viene con nosotros, a nuestro lado a través de la muerte, y al mismo tiempo ya nos espera detrás de la puerta... Vivir es otra cosa: andar con Jesús, dirigirme hacia  Jesús. Si me confío a Él, se resuelven los enigmas de la vida, no con respuestas preparadas, no con ajustadas situaciones, sino gracias a una respuesta que dice mucho más que todo lo anterior. "Yo estoy con ustedes todos los días" (Mt. 28, 20)... vivir amando con la medida con que Él ha amado: esta es la conversión de la vida".

María Angela Rayneli

Profesora en Ciencias Sagradas

Bachiller en Teología por la UCA

Bibliografía consultada Espezel Alberto “Vida, Pascua y Salvación” Buenos Aires Argentina 2008. Ed. San Benito.

 

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