11 de Diciembre del 2023 | Artículos Especiales
Nuestra Señora de Loreto, Patrona del Instituto Montoya
El 10 de diciembre es una fecha de precepto en la Diócesis de Posadas, y de especial celebración para el Instituto Superior “Antonio Ruiz de Montoya” por ser el día de la Bienaventurada Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Loreto, quien es su patrona, protectora e intercesora ante Dios.
Desde el 2013, por decreto del Obispo Monseñor Juan Rubén Martínez, en la Diócesis es una fiesta de precepto. El 10 de diciembre de ese año, en la Misa celebrada en Loreto, Monseñor Martínez coronó la imagen de la Virgen que se halla junto al altar en la capilla de esa localidad, Santuario en Misiones. Ese acto fue un reconocimiento a la Virgen como Reina de la Creación.
Hace veintidós años se realiza anualmente una peregrinación al Santuario Diocesano de Loreto, en ocasión de la Fiesta de los Santos Mártires Rioplatenses: San Roque González, San Alfonso Rodríguez y San Juan del Castillo. Este año el lema convocante fue “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39-56), del que participaron numerosos feligreses de las parroquias que conforman la Diócesis de Posadas.
Retomando la celebración de la Santísima Virgen de Loreto, “…el Sumo Pontífice Francisco ha decretado con su autoridad que la memoria libre de la bienaventurada Virgen María de Loreto se inscriba en el Calendario Romano el 10 de diciembre, día de su fiesta en Loreto, y sea celebrada anualmente. Tal celebración ayudará a todos, especialmente a las familias, los jóvenes, los religiosos, a imitar las virtudes de la perfecta discípula del Evangelio, la Virgen Madre que, concibiendo a la Cabeza de la Iglesia, nos acoge también a nosotros consigo.”
Dicho Decreto del 7 de octubre de 2019, en memoria de la Santísima Virgen María del Rosario, comunicado por el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino y de la Disciplina de los Sacramentos, agrega: “La nueva memoria deberá, pues, aparecer en todos los Calendarios y Libros litúrgicos para la celebración de la Misa y de la Liturgia de las Horas; los relativos textos litúrgicos se unen a este decreto y sus traducciones, aprobadas por las Conferencias Episcopales, serán publicadas después de la confirmación de este Dicasterio.”
Se fundamenta en que “La veneración por la Santa Casa de Loreto ha sido, desde la Edad Media, el origen de aquel peculiar santuario visitado, también hoy, por numerosos fieles peregrinos para alimentar la propia fe en el Verbo de Dios hecho carne por nosotros.
Este santuario recuerda el misterio de la Encarnación y estimula a todos aquellos que lo visitan a considerar la plenitud del tiempo, cuando Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer, y a meditar tanto en la palabra del Ángel que anuncia el Evangelio, como en las palabras de la Virgen, que responde a la llamada divina. Bajo la sombra del Espíritu Santo, la humilde sierva del Señor se transforma en casa de la divinidad, imagen purísima de la santa Iglesia.”
Agrega al referirse al Santuario Pontificio de la Casa de Loreto, situado en Ancona, Región de Las Marcas al este de Italia, “En la Santa Casa, delante de la imagen de la Madre del redentor y de la Iglesia, santos y beatos han respondido a la propia vocación, los enfermos han invocado consuelo en el sufrimiento, el pueblo de Dios ha iniciado a alabar y suplicar a Santa María con las Letanías lauretanas, conocidas en todo el mundo. En particular, cuantos viajan en avión han encontrado en ella la celestial patrona.”
Sobre la Santa Casa de Loreto, San Juan Pablo II el 15 de agosto de 1993, día de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, en su carta a Monseñor Pasquale Macchi por el VII Centenario del Santuario de la Santa Casa de Loreto manifestó que es el “… primer santuario internacional dedicado a la Virgen y, desde hace varios siglos, verdadero corazón mariano de la cristiandad, ha disfrutado siempre de una atención especial por parte de los Romanos Pontífices, que la convirtieron en destino frecuente de su peregrinación y en objeto de su cuidado apostólico. Yo mismo, en dos ocasiones, tuve la alegría de poder reunirme en oración entre sus benditos muros.”
En aquel entonces, ante la proximidad del aniversario del “… VII Centenario de este Santuario, íntimamente vinculado a la Sede Apostólica, me ofrece -dijo S. Juan Pablo II- la oportunidad de reafirmar mi profunda devoción hacia la Santísima Virgen, tan venerada allí y en el mundo católico.”
Resaltó que “María fue históricamente la aurora que precedió a la salida del Sol de justicia, Cristo nuestro Dios; y sigue siéndolo, místicamente, en la vida de la Iglesia, cada vez que se espera una nueva venida, en gracia, del Señor.
… en los últimos días del Adviento litúrgico la Iglesia centra toda su atención en Ella, de quien nacerá el Salvador, … María -escribió san Bernardo- es el «camino real», por el que Dios vino hacia nosotros y por el que ahora podemos ir hacia Él…”
San Juan Pablo II explicó “La Santa Casa de Loreto es un «ícono», no de verdades abstractas, sino de un acontecimiento y de un misterio: la Encarnación del Verbo. Siempre con profunda emoción, al entrar en la venerada capilla, se leen las palabras colocadas sobre el altar: «Hic Verbum caro factum est»: Aquí el Verbo se hizo carne. La Encarnación, que se recuerda dentro de estos muros sagrados, recupera de repente su genuino significado bíblico; no se trata de una mera doctrina sobre la unión entre lo divino y lo humano sino, más bien, de un acontecimiento ocurrido en un punto preciso del tiempo y del espacio, como resaltan maravillosamente las palabras del Apóstol: «Cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió su Hijo, nacido de mujer» (Gal 4,4).”
Afirmó, “María es la Mujer, es, por así decirlo, el «espacio» físico y espiritual en el que tuvo lugar la Encarnación. Pero la casa en la que vivió Ella también constituye una referencia casi plástica a esta concreción. «En Loreto –como dije en la fiesta de la Inmaculada Concepción hace algunos años, durante el rezo del Ángelus– meditamos y redescubrimos el nacimiento de Cristo, el Verbo divino, y su vida terrena, humilde y escondida para nosotros y con nosotros; en Loreto la misteriosa realidad de la Navidad y de la Sagrada Familia se vuelve, de algún modo, palpable, se convierte en una experiencia personal, conmovedora y transformadora» (Ángelus del 8 de diciembre de 1987).
Puntualizó sobre el misterio de la Encarnación, describió que “… se cumplió a través de algunos «momentos» que a mantener vivos en la Iglesia. Son: 1. el saludo del ángel, es decir, la anunciación 2. la respuesta de fe, el «fiat» de María y 3. el acontecimiento sublime del Verbo encarnado.
Podemos resumirlas en tres palabras: gracia, fe y salvación, que son las mismas con las que el Apóstol describe el misterio cristiano: «Por gracia son salvos, mediante la fe» (Ef 2,8). La piedad cristiana ha expresado admirablemente estos tres momentos en la oración del Ángelus, que podemos considerar, por su contenido, como la oración de Loreto por excelencia: «El ángel del Señor trajo el anuncio a María...», «Aquí estoy», «Yo soy la esclava del Señor…», «Y el Verbo se hizo carne…».”
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