22 de Mayo del 2022 | Centro de Pastoral Institucional

Fidelidad al Evangelio

Se invita a la comunidad educativa a la lectura y reflexión del Evangelio

Fidelidad al Evangelio 

Al anunciar su marcha de esta tierra a los Apóstoles, Cristo dice así: “El que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14,23). Piensen en el significado y fuerza de la enseñanza que transmitió Cristo durante su misión mesiánica en la tierra. Dicha enseñanza nos une perennemente no sólo a nuestro Redentor, sino también al Padre: “La palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió” (Jn 14,24). 

La función del Espíritu Santo

El segundo pensamiento del Evangelio de hoy está relacionado con el Espíritu Santo: “Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26).

Por medio de lo que es el Espíritu Santo junto a la Iglesia y a través de la ayuda que Él presta a su enseñanza, el Padre y el Hijo pueden “morar” siempre en las almas de los fieles.

 

El Espíritu Santo, “morada en las almas”

Cristo sale al encuentro de tal inquietud y temor diciendo: “Que no tiemblen sus corazones ni se acobarden” (Jn 14,27). Y al mismo tiempo les da seguridad:

“Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!(Jn 14,27).

Les da esa paz que el “mundo no puede dar”, precisamente gracias al hecho de que Él se va al Padre. Esta marcha es el comienzo de la nueva venida del Espíritu Santo:

“Han oído que les he dicho: "Me voy y volveré a ustedes." Si me amaran, les alegraría de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo” (Jn 14,28).

Y todos los días en la Santa Misa, la Iglesia recuerda esta paz. Pide esta paz para sí y para los hombres.

Esta paz es también un gustar anticipado de la paz perfecta y felicidad de la Ciudad Santa.

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