14 de Agosto del 2017 | Centro de Pastoral Institucional

Solemnidad: La Asunción de María

Para iniciar esta reflexión sobre tan importante dogma mariano me gustaría aportar algunos datos relevantes que nos ayudarán a comprender apropiadamente esta verdad de fe.

La Asunción de la Santísima Virgen María fue definido y proclamado solemnemente por el Papa Pio XII el 1° de noviembre de 1950, por medio de la constitución apostólica “Munificentissimus Deus” y se celebra en toda la Iglesia cada 15 de agosto. Este fue el último  de los dogmas marianos promulgado. Sin embargo, los humildes devotos de la Madre del Salvador, con mucha fe y cariño a esta Mujer, han celebrado desde los primeros siglos de la Iglesia, este misterio donde contemplamos a Nuestra Señora de Nazaret elevada al cielo.

A partir de  esta manifestación del pueblo de Dios, los Padres de la Iglesia e importantes teólogos en la historia han buscado argumentos para justificar lo que ya se venía considerando y celebrando. Y es que esta verdad es un desarrollo lógico del dogma de la Inmaculada Concepción de María; María, la “llena de Gracia”, quien en su vida no cometió pecado, quien cumplió la voluntad del Padre en todo momento; Ella que llevó en su vientre al mismo Jesús, Dios hecho hombre; es exaltada más allá de la muerte, ya que no se puede pensar que en Ella la muerte tenga la última palabra, es más, es hasta razonable creer que Aquella mujer, a quien Dios ha elegido desde la eternidad, preservada de toda mancha de pecado, y por cuya fe nos viene la salvación en Cristo su hijo, sea resguardada de la corrupción del cuerpo que sobreviene luego de la muerte. Tanto en este dogma como en el de la Inmaculada se explicita lo que está muy implícito en las Escrituras, por eso será necesario todo un proceso de búsqueda de la fe que se realizará a través de los siglos hasta su definición.

Ahora bien, sería oportuno, contemplar este misterio de María como una invitación a reflexionar sobre cuán grande es el amor y la misericordia de Dios que puede realizar grandes cosas cuando somos dóciles y aceptamos vivir según su divina voluntad, siendo conscientes que también en nuestras vidas tenemos momentos de sufrimientos, temores, incertidumbres, tristezas, al igual que nuestra Madre del cielo. Pero es la fe de María la que le permite participar de manera íntima en el Misterio Pascual, es decir,  que la Asunción de María está estrechamente relacionada con la resurrección de Jesús. María participa en la victoria gloriosa de su Hijo.

La Asunción nos vuelve a revelar esa predilección de Dios por los pobres, los pequeños y humillados, y por ello es signo de esperanza para todos los pobres y los que se solidarizan con ellos. La última palabra no la tiene la injusticia, ni la opresión, ni la muerte. Es el triunfo de la vida. Es una verdad que libera.

Finalmente, propongo que consideremos la Asunción de María como el misterio que revela el valor de la vida humana. Nos llama a reflexionar sobre la importancia de cuidar la vida, de defenderla, protegerla, salvarla, y la oposición firme a toda forma de destrucción de la misma.

Prof. Luciano J. Matijas

Coordinador del Centro Pastoral Institucional del ISARM

 

NotaEste artículo fue publicado en el periódico Signo del mes de agosto de 2017. Se agradece al docente por su redacción.

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